Por Santiago Tristany (*)
Hay muchos temas que pueden ser discutibles. Cuestiones para las que tenemos la mitad de la biblioteca diciendo una cosa y, la otra mitad de la biblioteca diciendo lo contrario. Sin embargo, respecto a algunos temas relacionados con la salud, parece que la coincidencia es mucho mayor.
Hoy en día conocemos muy bien los beneficios de alimentarse correctamente, realizar ejercicio regularmente, llevar una vida con relativamente bajos niveles de estrés y, disfrutar de una vida social y afectiva gratificante. Los beneficios en la salud pública son ya, indiscutibles.
¿Qué sucede con el ámbito laboral? Sabemos también que el espacio laboral y los vínculos que lo conforman, pueden beneficiar la salud o perjudicarla. Por ejemplo, una investigación en población sueca (*) revela que niveles elevados de estrés laboral, predisponen a las mujeres al sobrepeso. Lo mismo se puede decir por ejemplo –según otras investigaciones- de las personalidades tipo A (descritas por los cardiólogos Mewter Friedman y Ray Rosenman), que tienen a padecer enfermedades coronarias, especialmente los varones en posiciones gerenciales o de liderazgo ejecutivo.
Entonces llegamos al meollo de la cuestión: ¿Qué se puede hacer, en el contexto laboral, para promover hábitos saludables que permitan a las personas sostener una salud plena? ¿Cómo se logra disminuir el ausentismo laboral por enfermedad? ¿Cómo se bajan los costos derivados por problemas de salud del personal? ¿Cómo se mejora el clima laboral promoviendo buenos hábitos y mejorando con ello, el estado de ánimo en el trabajo? ¿Cómo mejoran con esto las relaciones del empleado con los colegas y con los clientes o usuarios del sistema? ¿Cómo se bajan los costos por juicios derivados de enfermedades laborales?
Podemos observar que no se dice que, por amor, debemos cuidar al prójimo. Por supuesto esto es muy loable y recomendable, no se malinterprete lo que intentamos transmitir en esta oportunidad. Lo que afirmamos es que existe una gran cantidad de beneficios cuantificables, en el contexto de las organizaciones e instituciones de todo tipo, que justifican realizar el correspondiente estudio de costos y factibilidad, de abordar programas de salud preventivos en el ámbito propio de las organizaciones.
Se pudo creer, en tiempos pasados, que delegar a las obras sociales y a los sindicatos estos temas, era más que suficiente. Sin embargo, las estadísticas internas de cada organización serán suficientes para convencer a cualquier agente decisor de que esto está lejos de ser una verdad cuantificable.
Es por este motivo que muchas organizaciones, hace tiempo han optado por promover ellas mismas, en el ámbito interno, hábitos saludables e incluso, realizar modificaciones en el contexto de trabajo, con el objetivo de mejorar la calidad del aire, de la luz, la temperatura, el nivel de ruido, etcétera, así como favorecer la calidad nutricional de la alimentación de los agentes de la organización y, analizar cuidadosamente los niveles de estrés a los que son sometidos los agentes de la organización.
Hay organizaciones que disponen juiciosamente, también, de un espacio con equipamiento deportivo para realizar ejercicios, de modo tal que el personal, en ciertos momentos de la jornada laboral, pueda realizar actividad aeróbica o gimnástica y beneficiarse física, emocional y psicológicamente de ello.
Esto es, no es suficiente con mejorar las condiciones ergonómicas de trabajo, sino que se debe mejorar los hábitos alimenticios y los vínculos interpersonales, así como los niveles de exigencia hacia los agentes -no bajando la demanda de calidad, por supuesto, sino la cantidad. Porque existe un punto, que cada organización debe encontrar internamente, en el que a mayor demanda de productividad, aumentando la cantidad de trabajo asignado a cada agente, disminuye la productividad por caída del rendimiento debido a factores como el estrés, la baja calidad nutricional, la falta de ejercicio y, la falta de tiempo para vínculos saludables y el disfrute general. El agente “se desgasta y baja notablemente su rendimiento”, perjudicando con esto no solamente el trabajo en equipo sino la productividad general.
Cuando transitamos por los espacios organizacionales y, nos cruzamos o interactuamos con otras personas, vemos seres humanos atravesados por tensiones cotidianas que pueden desembocar en sufrimiento, muchas veces extremadamente intenso. No son meros rostros que se mueven, producen, hablan, cosas sin valor más que el arrojado severamente por el cálculo económico en función de la utilidad organizacional. Son personas que disponen, como fuerza de trabajo o recurso humano, su tiempo a disposición de una organización que, puede ayudarle a conservar la salud por mucho tiempo.
Si todos hacen lo correcto, los agentes de la organización vivirán longevamente y con mayor calidad de vida y, la organización, obtendrá por supuesto, también, sus beneficios.
(*) Licenciado en Psicología
(*) Sofia Klingberg, Kirsten Mehlig, Ingererd Johansson, Bernt Lindahl, Anna Winkvist, Lauren Lissner. Occupational stress is associated with major long-term weight gain in a Swedish population-based cohort. International Archives of Occupational and Environmental Health, 2018; DOI: 10.1007/s00420-018-1392-6